miércoles, 2 de noviembre de 2011

Sudar sangre o hematohidrosis


La hematohidrosis o sudor de sangre, puede ser también lágrimas de sangre, es un fenómeno raro, pero conocido por la ciencia médica, no es brujería, tampoco algo misterioso. Hace algunos años el prestigioso colega Dr. Félix Díaz Rancaño se sorprendió al ver en su consulta dos hermanitos, uno de los cuales sudaba algo que le pareció sangre. La madre, presente en ese momento, le refería que ella misma sudaba sangre algunas veces. Llevó el niño al laboratorio donde se le tomó una muestra y se determinó que realmente era sangre.

Hace un año, el Dr. Félix Cruz Jiminián publicó el caso de una joven atendida por él y otros médicos en su clínica, comprobando que sus lágrimas y sudor eran de sangre. Referencias a este caso fueron hechas por el Dr. Julio Amado Castaños, de la Plaza de la Salud y por el Dr. Rafael Isa, del Instituto Dermatológico de Santo Domingo, quienes dieron su opinión como especialistas. Hago estas menciones personales, para que el lector entienda que se trata de casos reales vividos en nuestro país.

Sudar sangre se ve un caso por cada ocho millones de personas y se produce en condiciones excepcionales. Se atribuye a estados muy intensos de estrés que provocan una congestión de los pequeños vasos sanguíneos en la membrana basal de la piel alrededor de las glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla con el sudor y fluye como tal por la piel.

El miedo aterrador de una joven que se ve amenazada de violación, casos de reos condenados a muerte minutos antes de su ejecución, son ejemplos que encontramos en publicaciones que citan los mecanismos que desencadenan la hematohidrosis, aunque hasta el momento no se pueda hablar de una etiología clara y de un tratamiento efectivo.

“Jesús, entonces entró en agonía y oración con más insistencia, y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo” (Lucas 22, 44 ). Observación hecha por Lucas el único médico del grupo, refiriéndose al maestro cuando oraba en el huerto de Getsemaní previo a su ejecución.

Jesús estaba inmerso en una gran agonía, no tenía escapatoria. Estaba escrito, el mesías debía morir y Él lo sabía. Iba a sufrir el mayor de los horrores. En ese momento sabía que sería traicionado por Judas e incluso ya había anticipado a Pedro que lo negaría tres veces, peor aún, se sentía abandonado por el padre. No era solamente el dolor físico que sufriría lo que le atormentaba y lo que le provocó la hematohidrosis mientras oraba, era además, su terrible angustia. Porque siendo Dios, pudo haber llamado una legión de ángeles que le salvaran, sin embargo, debió elegir esa muerte, para ser obediente al plan de salvación. Se trataba de un Jesús Dios y hombre, por eso su sudor y lágrimas de sangre.

Dr. Marcos Díaz Guillén

pediatra-neonatólogo,

Santo Domingo,

República Dominicana.

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